Alain de Botton, lúcido filósofo suizo-británico, con apenas 43 años, propone una Ética para ateos porque no hace falta creer en Dios ni en el cielo o en el infierno para asumir como un ideal de vida, la práctica de ciertas virtudes, que podrían volvernos mejores personas, aquí, en la Tierra.
Aquí la lista y las reflexiones al respecto:
- Resiliencia:
significa seguir adelante, aún cuando las cosas se vean oscuras o
parezcan desesperanzadoras. No olvidar que ser humano, dice De Botton,
es difícil.
- Empatía: ser capaces de conectarnos
con lo que les pasa a los otros. ¿Qué se sentirá sentir cómo sienten
ellos? La empatía implica valentía. Dejar de ser nosotros para volvernos
un poco el otro. Y luego regresar, y mirarnos con honestidad.
- Paciencia:
si abandonamos nuestro apego por los resultados perfectos, seremos más
fuertes para enfrentar las incomodidades de la vida. La vida está llena
de ellas. Practicar la paciencia es una gran fortaleza para la vida
diaria.
- Sacrificio: esta palabra tiene mal
nombre. La psicología ha querido desterrarla por aquello de que no
debemos ser víctimas. La verdad es que ser capaces de dejar de pensar en
nuestra propia satisfacción para pensar en el bienestar de los otros,
es una virtud. Jamás seremos capaces de formar una familia, amar a
alguien o salvar al planeta si no practicamos el arte del sacrificio
dice De Botton.
- Educación: se asocia con ser
falso y poco espontáneo. Es casi el opuesto a ser nosotros mismos. Pero
ser nosotros mismos a veces es lo peor que podemos ser, porque tendemos a
salpicar a los otros de nuestras amarguras, malos modos, mal carácter,
malos humores. La civilización solo es posible gracias al respeto por
las reglas. La educación está muy relacionada con la tolerancia. Esa
capacidad de convivir con personas que son completamente diferentes a
nosotros pero que merecen nuestro respeto y consideración.
- Sentido del humor:
la vida está llena de frustraciones, de planes fracasados, de sueños
rotos. El humor es esa sabiduría con apariencia de ligereza, para
autoconsolarnos, para tomar perspectiva. La decepción puede convertirse
en enojo o en reírse de uno mismo. Dice De Botton que es un gran
antídoto contra la tristeza.
- Autoconciencia:
conocer el mundo interno sirve para no culpar a otros de nuestros
problemas ni de nuestros estados de ánimo. Saber distinguir qué es mío y
qué pertenece al mundo. Conocerse a uno mismo es una tarea infinita,
pero por lo menos deberíamos intentarlo y tener algunas respuestas
esenciales sobre qué nos mueve, qué nos duele, de dónde venimos, qué
andamos reparando de nuestro pasado en el presente. Y dejar de
depositarlo en los demás.
- Perdón: Vivir con
otros, y sobre todo en niveles de alta intimidad, quiere decir que nos
vamos a lastimar y que tendremos que aprender a perdonarnos. Todos nos
equivocamos. Todos necesitamos ser perdonados.
- Esperanza:
mientras más viejos nos hacemos, es más fácil volverse amargado,
cínico, pesimista. Practicar la esperanza no es optimismo a ultranza. Es
una virtud vital para seguir en la vida, teniendo sueños e ilusiones.
- Confianza: hay muchos proyectos que mueren simplemente porque no nos atrevimos a hacerlos. La confianza no es arrogancia. Se basa en la conciencia de que la vida es muy corta y de que es muy poco lo que podríamos perder, si aprendemos a arriesgarlo todo.
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