Quejarse no sirve de nada. Ni siquiera de desahogo. Hace poco leí
este artículo y me parece mejor ponerlo a su consideración:
La queja, contrario a lo que pensamos, no es un desahogo,
es una queja: pesimista, histriónica, trágica, callejón sin salida,
victimización, hábito neurótico, círculo vicioso, pérdida de tiempo y de
energía.
Todos alguna vez o frecuentemente nos quejamos. Ejemplos:
El twitter se convierte a ratos en un bote de basura donde
tiramos todos nuestros malestares, inconformidades y enojos. En algunos casos
excepcionales, la queja se convierte en pequeño movimiento ciudadano que
promueve la limpieza de basura electoral en el D.F., la donación de sangre para
alguien que lo necesita, la ayuda para alguien que está siendo maltratado o
ignorado por la autoridad. Pero en proporción dominante, twitter es un lugar de
quejosos. (Ja, así como lo leen! Sorry pal)
El otro día le llamé por teléfono a una amiga que hace
tiempo no contactaba. Se quejó amargamente durante casi una hora de que nadie
la quiere, nadie le hace caso, se siente sola en el mundo, no tiene dinero, no
le da la vida para toda la chamba que tiene que hacer, está agobiada y ni a
quien le importe.
Me sentí incluida en esa bola de miserables que no le hacen caso
ni están al pendiente de sus necesidades. Después pensé que quejarse es
estéril. Porque mi amiga, yo y todos, deberíamos saber que cuando necesitemos
ayuda, tenemos que levantar la mano, la voz, el teléfono, mandar mail o lo que
sea. Nadie nos adivinará el pensamiento. Creemos a veces que el mundo gira a
nuestro alrededor cuando todos los otros también están enfrentando sus propias
batallas.
Pero… ¿De qué te quejas? ¿Qué cosas te parecen
insufribles?
Ya que tienes tu lista de quejas recurrentes, sería buena idea
tomar perspectiva, es decir, tomar un poco de distancia con la propia vida y
verla como si fuera una película y ponerle una calificación a cada asunto, del
1 al 10; 1 para lo poco importante, hasta el 10 para lo realmente grave o
importante.
Quizá no te has dado cuenta de que cada vez que te quejas,
conviertes a tu pequeño mundo en un lugar trágico donde las cosas no funcionan
y donde solo tú eres la víctima.. Lo malo es que casi siempre tienen remedio o
pueden ser incluso insignificantes. (Así que deja de comprar pañuelitos para el
moco)
Hace unos días, vi algunas fotos de la Ceremonia de
Premiación en Amsterdam del concurso que cada año organiza World Press Photo. Imágenes apocalípticas de los asesinatos en Noruega, de
niñas en la India obligadas a casarse a los 11 o 12 años, de madres
adolescentes, de guerras civiles por todo el mundo, de la “Guerra contra el
narcotráfico” en México.
Pensé en lo afortunada que soy. Y pensé en dos listas: Una, de
esas pequeñas cosas que damos por hecho y que son regalos y privilegios...
Vida, Salud de
mente y cuerpo, La capacidad de ser madres y padres, Educar buenas personas y
ciudadanos, Estudiar, Vida profesional activa, Capacidad de generar recursos
para tener una vida lícita y digna, Tener techo, agua potable, luz eléctrica,
servicios, comida, ropa y zapatos, Amigos/Familia, Ilusiones y deseos, Libros leídos y por leer, Lugares conocidos y por conocer, Capacidad de amar, 24 horas diarias para ser mejores… (Aunque parezca que esto está
demasiado sobre entendido, muchas veces no lo es).
La segunda lista, con las quejas más frecuentes que escucho.
Casi todas las he pronunciado o pensado...
No me quieres, No
me haces caso, No te importo, No me besas, No me abrazas, No me deseas, Cuánto
tráfico, Mugre país, Hace mucho calor, Odio el frío, Me choca levantarme temprano, No
puedo dormir, Mis hijos no hacen nada, Mi jefe es insufrible, No tengo dinero
suficiente, Quisiera tener otra vida, Quisiera ser otro-otra, Tengo mucho
trabajo, Estoy exhausto, Nadie me valora, No soy guapa-guapo, Estoy gorda, No le
gusto a nadie, Tengo arrugas, No sé ligar, Erré la profesión, Me aburre mi mujer-mi
marido, El amor se acaba, Nadie me entiende, No me apoyas, No me ayudas, No me da
tiempo de nada, No encuentro el amor, Tengo mala suerte, Todo me sale mal…
(Uy! Hasta me dolieron los ojos de leer tanta queja)
David Cané dice: ¿Por qué no nos proponemos durante 20-30 días
dejar de quejarnos de lo que sea que nos quejemos más frecuentemente? No se
trata de ignorar nuestros malestares. Solamente de guardar un poco de silencio,
de contener nuestra impulsividad mental o verbal y evitar las quejas
predecibles de todos nuestros días. Y funciona.
Hasta ahí el articulo. Esto viene referencia porque hace poco murió
uno de los dos hombres más importantes en mi vida (sin considerar a los hombres
de mi familia). Después de los funerales empecé a quejarme de lo injusta
que era la vida. Sin embargo, después de ver a mi pal, pensé que no tenia caso
seguir quejándome. Era más lo que tenía que agradecer por haberlo tenia tanto
años en mi vida, por todo lo que vivimos, todo lo que me enseño o aprendimos
juntos, todas sus sonrisas y los abrazos que me regalo. Sigo sintiendo como si
me faltara un brazo y las lágrimas siguen saliendo, pero prefiero agradecerle
todos los días por haber estado conmigo que quejarme porque ya no lo tengo.
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